23.11 Marcuse. Enajenados a gusto

Bitácora de la sesión del 23 de noviembre de 2011
Por Bárbara López Mondragón

La sesión del miércoles  23 de noviembre en la que se analizaron los 2 primeros capítulos del texto de Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, inició como es costumbre con las preguntas sobre el texto, entre las que se profundizó en particular la referente al behaviorismo. El behaviorismo es un término al que se refiere Marcuse constantemente en este libro. Así como el positivismo, el behaviorismo se reduce a lo que ya son las cosas en un plano físico o de los «hechos» sin llegar a ver lo que podrían llegar a ser, este tipo de pensamiento no hace más que dar razón para repetir la conducta socialmente requerida sin dar pie a un cambio.
H. Marcuse (1898-1979)
Ya respondidas las preguntas, el profesor comenzó leyendo un pequeña parte del texto en donde se afirma que el ser humano ya se reconoce en sus mercancías. Esto significa que el ser humano de ahora tiene la idea de que en las cosas que posee encuentra su identidad. Planteó después una pregunta: «¿Por qué era más sencillo que un obrero de aquella época de los inicios de la industrialización, comprendiera las circunstancias de explotación en las que se encontraba y saliera a luchar en contra de ellas?» En otras palabras, «¿por qué el obrero contemporáneo no puede comprender y tomar conciencia de la explotación a la que está sometido y prefiere seguir en su estado de alienación?» La respuesta se planteó en 3 argumentos desarrollados por Marcuse y uno más que, debido al contexto social del autor, no pudo alcanzar a apreciar.

1) La mecanización: gracias a los avances tecnológicos, el desgaste físico del trabajador de nuestros tiempos es mucho menor al que tienen que soportar los trabajadores de siglo XIX. Creando así un aparente bienestar.

2) La automatización: el obrero ya no es capaz de encontrar la relación entre el trabajo y el producto final, ya que la infinita fragmentación del trabajo no le permite encontrar el vinculo entre él y el producto de su trabajo, es así como el obrero ya no puede visualizar la importancia de su trabajo para la realización final del producto. En la época de Marx, la relación del obrero y el producto del trabajo era más visible y más directa, por lo tanto, para el obrero era más visible su importancia para la creación del producto final.

3) El interés de los trabajadores en los negocios de la fábrica: en otras palabras el asalariado se ha convertido en el promotor de su propia explotación, el obrero no alcanza a percibir que las ganancias de la empresa son gracias a su trabajo.

4) En América Latina (o en general en los pueblos oprimidos) hay un problema que tiene que ver con el constante movimiento migratorio. El migrante se encuentra en una terrible desventaja pues este no puede adquirir conciencia de clase ya que carece de una clase al ser advertido como “ilegal” y, de este modo, «no existe». El modelo de producción de los países económicamente más favorecidos no basa actualmente sus modelos de explotación en los obreros pertenecientes a su nación, sino en los migrantes faltos de derechos y más fácilmente explotados.

Gracias a las condiciones tecnológicas nos ha llevado a que la clase trabajadora ya no sea una contradicción dentro del sistema capitalista.

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